“La resonancia magnética”, de Paul Muldoon
Por Paul Muldoon
Leído por el autor.
Una y otra vez, pondremos nuestro hombro en la rueda en la que estamos rotos. Extendidos en el corazón de una réplica del sarcófago de piedra que alguna vez creímos que "comía carne", todavía tenemos una
tiro en el Estrecho de Gibraltar. Donde encontramos por primera vez un hombro para llorar. Mucho antes del destello de una rueda con borde de hierro sobre un pavimento de piedra caliza. Donde primero tuvimos un pequeño corazón
al corazón. Donde desarrollamos por primera vez nuestro sentido de lo recto y angosto. Tiró la primera piedra. Primero se codeó con los comerciantes de pigmentos. Primero hizo una rueda de colores. Primero pensó en enjuagar
tiñe a través de nuestra propia carne, para trazar un mapa de lo que yace dentro de nuestros corazones. Primero reinventó la rueda que correrá recta solo con una comba. Primero le dio la espalda a un comerciante de pigmentos. Primero astillado en piedra caliza
hasta que en realidad parecía piedra. Primero asignó un flash de hombro a la División Aerotransportada. Primero se dignó cargar con la culpa de lo sucedido en el corazón de Galicia. Mucho antes de que aprendiésemos a estar erguidos como un dado, aunque los planetas giran
y rueda sobre nosotros. Antes de que aseguráramos por primera vez una piedra imán a un mercante. Primero ingresó a la casa, donde el mineral se tritura en los floshas, a menudo se tritura el corazón. Primero poner nuestro hombro
a esa gran rueda. Vi a Anu en carne y hueso. Primero supe que un médico con cara de piedra tiene el corazón para dárnoslo directamente desde el hombro.